MIS SANTOS REYES MAGOS

Parafraseando a Machado, podría contarles que:

 

“Mi infancia son recuerdos gratos en familia,

y un cedrón florido de perfume mañanero,

mi juventud veinte años andando en la campiña,

mi historia muchos casos que olvidar no quiero”.

 

¿Y cómo querría olvidarlos? Si aún me quitan el sueño, me emocionan, me hacen sentir niño.

Recuerdo aquellas frías noches de enero, cuando con los ojos entreabiertos y los oídos alertas, recostado sobre mi cama, pasaba los minutos que tejían horas, al acecho de descubrir y conocer la enigmática identidad de aquellos tres viejos sabios que desde hace más de 2 milenios, guiados solo por una estrella, suelen venir desde el lejano oriente, atravesando el gélido y estrellado cielo, saltando bardas, abriendo puertas y ventanas, burlando feroces perros, con el único propósito de dar a los niños, un juguete, un dulce y alguna que otra carta llena de amorosas y alicientes palabras.

Jamás pude sorprenderlos en flagrancia al depositar los regalos bajo mi arbolito navideño, pese a que en complicidad con mis hermanos solíamos turnar la guardia.

Mi infancia quedo atrás, pero mi pueril ilusión sigue intacta. Mi noche favorita sigue siendo aquella previa a la epifanía. Con los años me enteré que en mi casa llegaban  dos y que además de “santos” también eran “magos”, pues no importaba si subía el precio del petróleo, si caía la bolsa de valores o si algún político sin escrúpulos saqueaba el erario del país, ellos siempre acudían a la cita, ya fuera por arte de magia, fuerza de voluntad o simplemente por amor.

Regalos tuve muchos, cada año y hasta la fecha y aunque hoy estoy lejos muchos años de ser párvulo, no dejan de sorprenderme; Sin embargo el que más recuerdo es aquella avalancha de madera barnizada, con ruedas de goma y volante forrado de plástico, pues seguro estoy que fue hecha a mano y con el corazón, y  a la medida por el mejor carpintero, como si éste me conociera de años, era especial, era única. Si me leen mis Reyes Magos, muchas gracias.

Por cierto, hablando de Reyes Magos y regalos, les cuento que hace un año el regalo fue también especial, es un niño precioso, se llama Maty, este  6 de enero cumple un año.

¡Felicidades Iko!

 

 

MIS AMIGOS

MIS AMIGOS

 

Cultivo una rosa blanca

en junio como enero

para el amigo sincero

que me da su mano franca.

 

Y para el cruel que me arranca

el corazón con que vivo,

cardo ni ortiga cultivo;

cultivo la rosa blanca.

José Martí

 

La cancha no medía más de unos 5 metros de ancho y no más de 20 de largo, de pasto ni hablar, más polvo que tierra y una que otra piedra entre incontables hoyos que en temporada de lluvias se convertían en charcos, la portería señalada solo con dos piedras que no eran diferentes a las demás, pero que de manera clara demarcaban la tierra prometida, así era nuestra cancha, nuestra calle, la cerrada de Morelos que en realidad son dos callejones; el sol caía a plomo como las gotas de sudor en nuestra frente dibujando ríos de lodo entre la tierra que maquillaba nuestros cachetes, que no impedían nuestras risas entre alegatos tratando de hacer respetar las reglas del juego, reglas no escritas pero que esgrimíamos con habilidad para divertirnos no para vencer al otro, después de todo, que importaba si se perdía o se ganaba, mañana se disputaría otro partido, otra final y la disfrutaríamos de nuevo .

 

Yo hubiera podido jugar en el FC Barcelona, pero me chin… la rodilla, ja ja ja. Bueno la verdad sea dicha, no tenía la humildad de Maradona (es broma), ni la potencia de Ronaldo, mucho menos la magia de Ronaldinho, pero tuve los mejores amigos en mi infancia, con quienes compartí la calle de tierra, el refresco en bolsa, el abrazo sudoroso, la historia más mítica que épica, la nutritiva y sabrosa torta de frijoles, el regaño condicionante de nuestras madres, el miedo sin razón a la oscuridad, la aventura fantástica en los montes, la risa tan fácil como ingenua y la tristeza del llanto inconsolable.

Hoy estoy retirado del futbol,(bromeo otra vez) ya no comparto la risa y la alegría en nuestra cancha, ni la flora saprófita del popote del refresco en bolsa, pero disfruto de una amena y a veces acalorada plática durante una comida, de un cálido abrazo cargado de recuerdos buenos, malos, tristes, alegres, pero casi siempre junto a amigos.

 

Francis Bacon decía que la amistad duplica la alegría y divide las penas, sin duda tenía y tiene razón, si saco mis cuentas debería ser millonario de amigos y de alegrías, pero entre los pretextos de la vida, mis pasatiempos y pseudoamigos cibernéticos, muchos de ellos se me han escurrido entre los dedos; he perdido la oportunidad de seguir estrechando una mano, de compartir una sonrisa, de consolar con una abrazo, de atesorar recuerdos.

Seguro este 14 de febrero no compraré peluches, mucho menos globos rojos, tal vez una flor; pero seguramente recordare a mis amigos, a los que son y a los que fueron, elevaré uno oración por ellos y agradeceré haberlos conocido, parte de lo que hoy soy a ellos se los debo.

Si alguno me lee, prepárese para la reta o el “gol para” si quieren «el último que meta gol, gana»el cuerpo no es el mismo, ya carga demasiados años y muchos más kilos, pero el talento no se pierde y las ganas en el corazón siguen. ¿Apuestan su domingo? Si les dan permiso, me avisan.